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Hay que detener la degradación de los suelos

La revista Nature acaba de publicar un artículo de Fernando T. Maestre, profesor

de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología (KAUST) de Arabia

Saudí, y Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas,

Físicas y Naturales de España, en unión de otros 21 científicos de los cinco

continentes, titulado Bending the curve of land degradation to achieve global

environmental goals (Doblar la curva de la degradación de los suelos para

alcanzar los objetivos ambientales globales), donde se destaca la función vital que

cumplen los suelos en el mantenimiento de las comunidades humanas, la

preservación de los ecosistemas y la regulación del clima de nuestro planeta

(https://doi.org/10.1038/s41586-025-09365-5).

Las tasas actuales de degradación de los suelos por procesos erosivos,

relacionados con malas prácticas agropecuarias y por el excesivo uso de

pesticidas y de abonos fosfatados y nitrogenados, conlleva una seria amenaza

para los ecosistemas y para las poblaciones afectadas, impulsando el cambio

climático, la pérdida de biodiversidad y las crisis sociales. Prevenir y revertir la

degradación de los suelos por procesos erosivos son objetivos clave de la

Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y también

son fundamentales para las otras dos Convenciones de Río: la Convención Marco

de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Convenio sobre la

Diversidad Biológica. El artículo del profesor Maestre et al enfatiza en que los

objetivos de estas convenciones, sólo pueden cumplirse "doblando la curva" de la degradación de los suelos y que transformar nuestros sistemas alimentarios es fundamental para lograrlos.

Adicionalmente el referido articulo muestra múltiples acciones para abordar la

degradación de los suelos, que generen beneficios climáticos y de biodiversidad,

al tiempo que fomentan sistemas alimentarios sostenibles que contribuyen a evitar

el riesgo de agravar la crisis alimentaria, que afecta poblaciones vulnerables. Por

otro aspecto, propone metas audaces y cuantificables para 2050, estructuradas en

torno a tres pilares interconectados: primero, reducir el desperdicio de alimentos

en un 75%; segundo, restaurar el 50% de las tierras degradadas y tercero cambiar

nuestros hábitos alimenticios para aprovechar el potencial de los alimentos que

vienen del mar. En la siguiente figura, en color fucsia se muestra la extensión

global de la degradación de los suelos.


La buena noticia es que ya existen herramientas y mecanismos necesarios para

alcanzar en el logro de estas metas. Estos incluyen redirigir los subsidios agrícolas

para apoyar la prevención y redistribución de la comida que se descarta in situ, al

tiempo que se penalizan las prácticas derrochadoras a lo largo de la cadena de

suministro. Mejorar  la gestión sostenible de los suelos, empoderar a las

agricultoras y pequeños productores y enfrentar los problemas asociados a los

latifundios improductivos. Rediseñar los sistemas fiscales mediante la introducción

de un “impuesto sobre la tierra”, que recompense la gestión responsable, puede

apoyar aún más estos esfuerzos. Incrementar la producción y el consumo de

productos marinos y de algas sostenibles también puede lograrse con medidas

como redirigir los subsidios existentes, ofrecer incentivos fiscales y desarrollar y

mejorar infraestructuras de transporte.

No podemos seguir tratando la degradación de los suelos, la pérdida de

biodiversidad y el cambio climático como problemas aislados. Nuestro sistema

alimentario es una poderosa herramienta que puede sacarnos de estas crisis

interconectadas, de forma simultánea. Al transformar la forma en que producimos,

consumimos y gestionamos nuestros alimentos podemos revertir la trayectoria de

degradación de los ecosistemas y, al mismo tiempo, reducir desigualdades, crear

oportunidades y reducir los conflictos, mientras se alimenta al mundo de manera

más saludable y sostenible.

ADENDA. Desde hace varias décadas, el autor de estas líneas ha estado

impulsando, hasta ahora con reducidos avances, un proyecto de control de la

erosión de los suelos de ladera en el suroeste antioqueño en una extensión de

unas 170.000 hectáreas, una de las subregiones más degradadas de la

macrocuenca Magdalena Cauca. Para este propósito se cuenta con estudios

preliminares adelantados por la firma Integral S.A. el a década de los 80´s durante

los estudios de factibilidad del Proyecto Hidroeléctrico de Cañafisto. La

financiación del proyecto aquí propuesto podría gestionarse con EPM, ya que los

sedimentos generados por la erosión del suroeste antioqueño reducirán la vida útil

del embalse de Hidroituango.


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